Diez días atrás, un
grupo de vecinos encontró el cadáver de una mujer envuelto en una sábana en una
calle de Tortuguitas, zona de Pilar cercana a la vía del tren Belgrano Norte.
Estaba maniatado, con un trapo en la boca. No llevaba documentos; apenas un poco
de ropa. La autopsia en la morgue local detectó una serie de fracturas en el
cráneo y en la cara; había muerto, según los forenses, al menos 48 horas antes.
Restaba identificarla:
el cotejo de huellas reveló que el cuerpo correspondía a María Graciela Hure,
de 47 años con domicilio en Tortuguitas, según descubrieron los investigadores
de la UFI N°2 de Pilar, a cargo del fiscal Andrés Quintana. Así, comenzó la
causa, se buscaron cámaras de seguridad, se buscaron testigos. El lugar donde
se descartó el cuerpo, precisamente, era monitoreado por un dispositivo de
vigilancia. La filmación mostró una camioneta Ford EcoSport negra en plena
madrugada, a las 5 AM, que frenaba y luego seguía.
En los últimos cuatro
días, la DDI de Pilar de la Policía Bonaerense detuvo a cinco sospechosos por
el crimen de Hure, vecinos del barrio, sospechosos de apellidos Quintanilla,
Acosta García y Sosa. La víctima, según sus registros, no tenía empleo en
blanco ni lo había tenido en los últimos 20 años; su domicilio registrado era
una vieja casa en una calle de tierra, donde ya no vivía. Estaba, descubrieron
las autoridades, en situación de calle.
María Graciela, de
acuerdo a testimonios, habría usurpado una casa en la calle Los Patos de
Tortuguitas vinculada a los detenidos. Esto, según la hipótesis del fiscal
Quintana, le costó la muerte.
El caso, dato por dato
Primero, se allanó el
domicilio que la víctima tenía registrado. Allí, efectivamente, la conocían:
una mujer declaró que Hure dormía en diversos lugares de la zona.
Cinco horas después,
sus asesinos descartaron su cadáver.
Esa casa, supieron
luego, estaba en disputa: el supuesto dueño la había echado a golpes del lugar.
También merodeaban la trama tres picantes de la zona, los hermanos Acosta
García, apodados “Los Chimpa” por gente del barrio, una referencia simiesca. La
escena del crimen habría sido la casa de Los Patos misma; allí, Policía Científica
encontró manchas de sangre en una pantufla, junto con siete colillas de
cigarrillos.
En medio de todo,
sorprendentemente, apareció Quintanilla, asegurando ser el dueño de la casa.
Dijo llamarse Hernán, dio un número de DNI con el nombre: ambos datos no
coinciden, el número corresponde a un taxista de Grand Bourg, llamado Mario.
Terminó allanado y luego detenido: su casa lindaba con la de “Los Chimpa”.
Allí, en la casa de los
Acosta García, se encontró ropa manchada con sangre. También, el carrito de
supermercado idéntico al que solía empujar la mujer asesinada. La Ford EcoSport
fue luego encontrada en otro domicilio, incautada también.